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Un Alcalde que cumple sus compromisos

Como parte de los compromisos adquiridos por el Alcalde Roberto Carlos Viñan Rueda, con el sector rural, está la DOTACIÓN DE SERVICIOS BÁSICOS Y EL DESARROLLO PRODUCTIVO para las asociaciones y moradores de los distintos barrios rurales de nuestro querido Cantón.

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Cantón

DATOS GENERALES DEL CANTÓN MACARÁ

  1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS

El cantón de Macará se encuentra ubicado al extremo sur occidental de la república del Ecuador, a 79º57’49.39” de longitud oeste y 4º23’13.11” de latitud Sur, tiene 575 kilómetros cuadrados, constituyendo el 5.2% de la superficie de la provincia de Loja, pero es la subcuenca alta más importante del Catamayo-Chira.

Como el resto de la Provincia, Macará está situada en los Andes Bajos, recibiendo una mayor influencia tanto del Pacífico, como de la Amazonía, lo cual le otorga una gran originalidad a la región lojana, respecto al conjunto andino de seis mil kilómetros que va desde Venezuela hasta la Patagonia. En esta región, las cadenas montañosas pierden su carácter longitudinal: en el nudo de Graguahuma, las dos cordilleras se anudan, la occidental se debilita, se achica y ramifica en brazos de menor altura, pero de gran rugosidad; solo la cordillera oriental mantiene su dirección, pero es menos alta y ancha. Los suelos de la región son de origen terciario a diferencia de los del norte que proceden de cenizas volcánicas, y adicionalmente, Loja es “un sahel”, es decir “un borde, un escalón, una transición al desierto costero del norte del Perú” (Gondard, 1983). Estas notables diferencias respecto al conjunto andino: la de situarse en los Andes Bajos, en la transición al desierto peruano, en un conjunto orográfico de suelos terciarios, e intensamente arrugados.

La historia del cantón Macará se divide en seis hechos importantes desde su nacimiento y desarrollo, como son:

  1.  a)Fundación
  2.  b)Cantonización
  3.  c)Invasión peruana de 1941
  4.  d)Construcción del Aeropuerto Velasco Ibarra
  5.  e)La sequía y el riego. 1962-1998
  6.  f)Macará, después de la firma de la paz

No existe constancia del tiempo en el cual aparecieron las viviendas de los primeros habitantes de Macará. Sólo se sabe que en las postrimerías de la Colonia este pueblo era un pequeño caserío denominado “San Antonio”, formado por “ranchos”, construidos en desorden, con techo de paja y paredes de varas unidas verticalmente, donde vivían algunas familias de negros, encargados de cuidar rebaños de ganado vacuno correspondientes al Curato de Sozoranga.

Sus aborígenes son originarios de la tribu de Los Caras, que saliendo de la tierra de Los Quitus, emigraron al sur, formando la gran familia “Chinchasuyo”, los mismos que cruzados con los collas y guancas llegaron a llamarse “Guanaco-Colla”. Organizados en “ayllus[1]”con las tribus de Sozoranga, Numbiaranga y Nangara se incorporaron a la NACIÓN DE LOS CURIMANGAS.

Por el año de 1735, visita a Macará el General Otamendi, quién se embriaga con la policromía del paisaje y decidió fijar aquí su residencia.

El General Otamendi, observando esta clase de vida que llevaban los macareños y adoptando una actitud autoritaria, reunió a los nativos y les repartió las tierras, obligándoles a que las cultiven, empezando a organizar la vida de los macareños con nuevos métodos de trabajo y organización. Posteriormente sus habitantes buscaron una nueva forma de vida, dedicándose a lavar oro en las playas del río Macará, en bateas y canalones.

El General Juan Otamendi, quién tenía la misión de vigilar la frontera, fue quien se preocupó de dar iniciación a las labores de urbanización, ya que antes de su arribo, Macará se componía de unas pocas casuchas diseminadas. Otamendi, hace el trazado de las calles de la futura urbe, y dicta las primeras disposiciones para el ordenamiento de las edificaciones, y él en persona dirige y hace los primeros trabajos relativos a la naciente población.

Posteriormente por el año de 1765, Macará formó parte de la doctrina de Sozoranga, con los pueblos de Utuana, Tacamoros y Nangara, (Sabiango). En la Ley de la división territorial de la Gran Colombia, promulgada en Bogotá el 23 de Junio de 1824, Macará perteneció al Cantón Cariamanga, este a su vez a la Provincia de Loja, y Loja al Departamento del Azuay. En 1861, mediante Decreto Supremo, Sozoranga se elevó a la categoría de Cabecera Cantonal, quitándole a Cariamanga su jerarquía, en consecuencia Macará pasó a pertenecer a Sozoranga hasta 1863, en que el Gobierno constituido por resolución de sus Cámaras; devolvió a Cariamanga su categoría de cabecera del Cantón.

La Fundación de Macará, se debe al Capitán Juan Felipe Tamayo del Castillo, quién llega por estos lugares en el año de 1787. Al encontrarse en este pequeño pueblo manifiesta: “Hallé en este lugar de Macará 102 almas de ambos sexos y de todas las edades, y vine para darles la medida de una legua a la redonda para el Común de Indios”. Para cuando el capitán Tamayo del Castillo llegó a estas tierras, el nombre de las misma ya era MACARÁ, (etimológicamente significa MA: este es, CA: un lugar hermoso, RA: digno de admirar); pero por tradición española, al momento de su fundación se le agregó el nombre de un santo, por lo que se le bautizó con el nombre de “SAN ANTONIO DE MACARÁ”

Convocó a los habitantes en la Plaza de Armas, luego desde la misma Plaza, y en la misma forma midieron hacia el norte, la medida llegó hasta la Mandalá por el camino que conduce a Loja, por el Sur hasta el río Macará, que sirve de límite con el Perú, al Este por el camino que conducía a Sabiango y llegaron hasta la quebrada de Jorupe; por el oeste dio la medida hasta el sitio La Cruz.

La vida de los macareños de ese entonces era alegre y disipada dedicándose únicamente a la pesca a la orilla del río, y terminaban por las noches con alegres al son del arpa y del cajón. También era motivo de celebración la preparación del seco de chivo, del guarapo y de la chicha fermentada.

El 22 de septiembre de 1902, Macará alcanza la categoría de Cantón. De anexo de Sozoranga, y de parroquia de Calvas, pasa a cantón, incluyendo en su nuevo territorio a la parroquia de Sozoranga, dando la vuelta a la historia.

¿Qué había sucedido entre 1861 y 1902 para que se produzca este cambio tan significativo en la relación entre Macará y Sozoranga, para que se otorgue a Macará tal categoría, una ciudad muy nueva, comparada con la antiquísima Sozoranga?. Hay tres elementos que explican esta decisión: (I) la tasa de crecimiento poblacional que logra Macará, especialmente la ciudad; (II) el proceso de modernización e integración del estado que emprendió la revolución liberal de 1895; y (III) la acción decisiva de las personalidades macareñas fuertemente ligadas al liberalismo, a diferencia de la conservadora Sozoranga, cuestión que influyó en las decisiones gubernamentales en esa coyuntura política bastante polarizada.

El período que va entre 1861 y 1902, la parroquia de Macará crece a una tasa promedio de 2.64 por ciento anual, crecimiento que se mantiene en estos niveles hasta 1962. Esta tasa, que para la época es alta comparada con las tasas del país, se explica, no solo por el crecimiento vegetativo, sino también por la llegada de nuevos migrantes a la zona. Para 1902, se cree que Macará (exceptuando la población de Sozoranga), tenía unos 3.559 habitantes

Con la revolución liberal y con los mayores ingresos que contaba el estado, provenientes del “boom cacaotero” que se produjo entre 1875 y 1929, se produjo un proceso de modernización del aparato estatal, que en el caso de Loja permitió, de una parte, la mayor presencia de organismos públicos, y de otra, una mayor integración. Para 1894 Macará ya está integrado a través de la red telegráfica y postal que funcionan desde Loja, por la vía Cariamanga - Sozoranga, como seadvierte en el mapa trazado por Ricardo Oakford en ese año. Otra parte importante de ese proceso, fue la creación de la aduana en Macará que comenzó a imponer la exportación al Perú de panela, ganado vacuno y cabrío, cueros y sebo, así como la importación del Perú de artículos como el jabón, azúcar, textiles, cordobanes que ingresaban al país. Precisamente, al crearse la Municipalidad de Macará, se estipuló que parte de su financiamiento provendrá de estos ingresos.

Empezaron a funcionar la Jefatura Política y el Registro Civil, el Juzgado Cantonal a cargo de un Alcalde con facultades de Juez Lego, una escuela fiscal de niños, otra de niñas y la Escribanía Pública.

Se estableció el Curato, correspondiente a la Diócesis de Loja, representado por el Dr. Juvenal Jaramillo, quien atendió el culto católico en la iglesia parroquial antigua situada en la Plaza de Armas, lo que hoy es el Mercado Municipal. Años después éste sacerdote con la ayuda y trabajo de los feligreses del pueblo, hizo construir la espaciosa y bella iglesia con que hasta ahora cuenta Macará, obra del arquitecto – carpintero Don Miguel Jaramillo. Pero lo más importante fue la constitución del I. Concejo Cantonal, cuyo Municipio expropió el solar de Don Manuel de Jesús Rengel, situado tras la iglesia vieja para levantar la primera Casa Municipal del Cantón.

El Concejo procedió a la remodelación urbanística del pueblo en general; creó rentas e impuestos destinados al mantenimiento de servicios comunales; de acuerdo con su legítima autonomía, organizó las finanzas municipales y nombró a sus empleados y servidores; creó también una Banda Municipal, fundando una escuela de música para aficionados, cuyo mejor Director fue Salvador Bustamante Celi.

Por aquellos tiempos Macará disfrutó de la edad de oro de su vida social en sentido de buenas costumbres y formación correcta de niños y jóvenes.

Desde principios de 1941, empezamos a notar la arrogancia cada vez más déspota de los policías peruanos destacados en los puestos de control fronterizo, contra los ecuatorianos que pasábamos a ese país únicamente por interés comercial. Parecían sultanes a quienes saludarles sin sacarse el sombrero era irreverencia sujeta a reparo o castigo inmediato. El movimiento de tropas era frecuente más que de ordinario, observándose el refuerzo de todas las guarniciones militares a lo largo del río limítrofe.

Mientras tanto avanzaba el tiempo y el pueblo indefenso, temiendo ser asaltado de un momento a otro pugnaba por poner a salvo las familias, enseres y provisiones antes de ser víctimas del ataque por sorpresa. El Jefe Político se dirigió a Loja informando sobre la inminencia del peligro, sin obtener respuesta.

En las reuniones públicas convocadas por dichas autoridades para acordar medidas de defensa, en ningún momento se trató de organizar con calma la evacuación ordenada de mujeres, ancianos y niños, sino solamente de encontrar armas para el contraataque.

En medio de tal confusión llegó la noche inolvidable del miércoles 23 de Julio de 1941, en la cual los peruanos concentraron en las orillas del río limítrofe (a dos kilómetros de Macará) más de 1.500 hombres armados de fusiles, metrallas, cañones, transportados en 58 camiones militares que iban llegando a la pampa poblada de la hacienda “La Tina” y apagaban los faros inmediatamente. Fácil fue contar en campo descubierto la llegada de este largo convoy por la gente del pueblo que no durmió aquella noche, presa de terror e impotencia.

Previamente la Frontera nuestra fue cerrada el 15 de julio por orden de la Dirección de Inmigración en Quito; Inmediatamente el Perú cerró su frontera instalando soldados armados semiocultos en la orilla del río limítrofe desde “Cucuyas” hasta “El Sauce”.

A las dos de la tarde del viernes 25 de julio de 1941, sonó el primer cañonazo que impactó la Oficina Telegráfica, causando daños irreparables e interrumpiendo la comunicación con el resto del país. El segundo cañonazo se estrelló contra el edificio de la Aduana, a consecuencia de estos hechos hubo escenas conmovedoras en el traslado de criaturas, ancianos y enfermos.

Es indudable que el gobierno peruano se preparó con anticipación para invadir al Ecuador por sorpresa. Hasta fines de junio, la Academia de Guerra de Lima, había planeado el ataque frontal por Loja; pero a última hora se impuso y fue aprobado el plan definitivo de asalto por El Oro, obra de un Mayor Morales, quién probaba ser éste el frente más vulnerable, para que simultáneamente puedan entrar en acción la artillería, la caballería, la aviación e infantería sobre un terreno plano, despejado y lleno de recursos. Esto se dice en “El Protocolo de Río de Janeiro”, cuyo autor es el Doctor Julio Tobar Donoso, Ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador en 1941; valiosa obra histórica cuya circulación parece haber sido prohibida oficialmente, ya que pocos meses después de haber sido publicada no volvió aparecer en ninguna de las librerías, archivos ni bibliotecas públicas del Ecuador.

Pero conviene aclarar que el ataque a Macará, no fue sino una ligera escaramuza con el fin estratégico de distraer nuestras fuerzas a lo largo de nuestra frontera sur occidental.

Su historia se inicia en julio de 1946, cuando llega a ésta ciudad el científico Sr. Luciano Andrade Marín, Director de la Escuela Politécnica de Quito, junto con otros hombres de ciencia, fue recibido por el párroco y algunas autoridades más quienes le pidieron ayude a Macará a fin de salir del aislamiento y abusos de los peruanos que constantemente cerraban la frontera dejando a Macará sin los artículos de primera necesidad.

Los trabajos se iniciaron el 5 de diciembre de 1946, con un equipo caminero que llegó por el Perú, y su inauguración se realiza el 13 de junio de 1947 con la presencia del Sr. Dr. José María Velasco Ibarra.

Además se construyen las carreteras Catacocha-Macará y Cariamanga-Macará

Con estos hechos Macará comienza su etapa de crecimiento y desarrollo, pues se dejan los viajes largos y penosos en lomos de animales, para dar paso a un nuevo tiempo donde nace el comercio y la comunicación de Macará con el resto de nuestro país, por su parte la creación del aeropuerto por su ubicación en el centro del poblado actualmente divide a la ciudad en dos parroquias urbanas, Macará y Eloy Alfaro, el mismo que para su ejecución hubo que demoler un significativo número de edificaciones, además de la demolición de la Capilla de María Auxiliadora y la destrucción de un parque que estuvo construido, convirtiéndose a su vez en el inicio de un gran problema de tipo urbano, creando conflictos de tipo social y físico.

La construcción del riego en Macará, que finalmente se convertirá en uno de los más importantes hitos en el desarrollo del cantón, tuvo una larga y angustiante historia de 28 años. Más de una generación fue necesaria para concluir una obra que jamás contó con los fondos suficientes para su construcción sostenida, que soportó cambios de administración que retardaron el proceso y hasta debió desafiar y negociar las presiones del Gobierno Peruano que ocasionaron su paralización.

De otra parte, el canal es vulnerable a los impactos de la sequía, a los problemas de reparto del agua, la politización y a las deficientes condiciones técnicas de su uso.

Para clarificar el enorme impacto del riego, veamos la evolución de la población:

Entre 1962 y 1982, la población cantonal se mantiene prácticamente estacionaria. Sin embargo, conviene establecer una matización importante: la población que verdaderamente decreció en el período, fue la población rural: es el campo el que colapsa con la sequía, a tasas anuales de crecimiento negativo escalofriantes que superan el menos cuatro por ciento anual. Sorprendentemente, la población urbana crece en esos veinte años a un alto ritmo del 3.37% anual. La explicación parece clara: el riego, que aunque lenta y penosamente se construía cerca a la zona urbana de Macará, permitió mejorar la base productiva de la ciudad, en tanto, las zonas de sequía, sin propuestas productivas de ningún tipo colapsó, produciéndose un severo despoblamiento. Entre 1990 y la fecha actual, otra vez se produce un notable crecimiento, contradictorio diríamos: la zona rural nuevamente decrece de manera espectacular a tasas negativas que superan los cinco puntos, al revés de la zona urbana, que crece a tasas positivas superiores a los cinco puntos, dibujando dos extremos tajantes: riego, comercio y preferencia por una zona urbana mejor abastecida de servicios, explican este fenómeno macareño, en el que la población urbana pasa a representar el 82.6% de la población, algo bastante singular para el caso ecuatoriano, en donde aún hay todavía una importante población rural. La imagen es preocupante: un campo devastado y sin salidas, una ciudad que crece a ritmos espectaculares con una base productiva más sólida, pero con fuertes demandas de servicios.

La firma de la paz ha cambiado el carácter de frontera de Macará. Con la paz el tránsito de peruanos y ecuatorianos es más fácil, en ambos territorios, ello significa que las fronteras dejan de cumplir el papel de sitios de contacto, hoy han sido perneadas: las personas tienden, entonces, a adquirir bienes y servicios en los sitios donde ellos se producen,   y no necesariamente en los puestos de frontera. Esto ya se ha comenzado a vivir: Los comerciantes peruanos ingresan con sus productos hasta los rincones más alejados de la provincia, prefieren comprar directamente en Guayaquil, Cuenca y Loja, cuestión que está impactando negativamente en los comerciantes locales.

Este problema se agudiza por los cambios en los niveles de competitividad entre los dos países generados por la dolarización. En este mismo momento, los productos peruanos, e incluso la mano de obra, resultan mucho más baratos que la producción local y nacional. Lograr propuestas competitivas en estas nuevas condiciones de dolarización, constituye el reto más complejo para la economía macareña. Ello es todavía más urgente, si se considera que el proceso de globalización plantea una competitividad generalizada, el ingreso de todo tipo de productos sin regulación alguna, que podrían acabar con la producción local.

Tradiciones y costumbres, es indudable que todo pueblo tiene tradiciones y costumbres, las mismas que constituyen el origen de su historia. De esta manera Macará posee las suyas, en primer lugar es un pueblo católico, creyente, su vida es alegre y disipada; poseen un alto sentido de la fe.

En cuanto a costumbres de los macareños tenemos actividades frecuentes como: son tradicionales las fiestas y procesiones religiosas, la quema de castillos, la celebración de la Semana Santa, las mingas, las corridas de vacas locas; los bailes tradicionales del lugar siempre fueron la danza, el san juanito....

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