Desde la frontera sur del Ecuador, avivamos con orgullo, el reflejo inmanente de un espacio, tan fraterno como la vida, tan esplendoroso como nuestro más caro anhelo, nuestra Patria cuyo emblema trazado por el verde, amarillo y rojo, en su bandera, refleja el empuje, la tenacidad y estoicismo no solo que es la fuerza inmanente de nuestra inspiración, sino el destello que inunda las entrañas de nuestro ser que hablan de una historia tan gloriosa como altiva es su gente, ahora que celebramos por todo lo alto, sus 118 años de vida política cantonal.

Macará en este tercer milenio, recoge con letras mayúsculas  las enseñanzas y lecciones de un pasado memorable para edificar con pasos firmes los retos de una ciudad que combina mágicamente lo tradicional y lo moderno, aun  conservando latentes,   nuestras costumbres y tradiciones, el sosiego de una tierra memorable e inmortal, cobijada por el río de su nombre que se alimenta de sueños, de fe y de esperanza, con un comercio que dinamiza nuestra economía local, junto a otros emprendimientos productivos, infraestructura moderna, servicios de calidad,  la hacen determinante en el desarrollo de la frontera sur del Ecuador.

Y seguimos caminando hasta la posteridad con la fe en Dios, con la mirada fija en el pasado, con el concurso de todos y todas, porque no nos distingue la jerarquía, el poder o la nobleza  porque esa es la puerta de oro de nuestra esencia  como macareños y macareñas, todos y todas, vestidos de un traje de gala que significa el trabajo, los objetivos comunes, la pobreza, el desempleo, la desigualdad, porque en territorio y en sujeción  a nuestro marco legal vigente, en territorio, estamos construyendo democracia, participación ciudadana, políticas y acciones solidarias, inclusivas, equitativas de respeto a los grupos de atención vulnerable, pensando en que Macará no es la grandeza que se refleja solo en su dimensión territorial, sino en la grandeza de su gente el corazón de los humildes, capaces de levantarse como ave fénix de sus propias cenizas y convertirse en irreverentes para conquistar los más grandes sueños.